El camino acababa justo aquí

04/05/20. Por Víctor David López.

“Sé donde acaba el camino”. Lo sabemos todos, pero hay que saber pronunciarlo como lo escribía Antonio Corral Castanedo (1932-2005), como recapitulaba la vasta experiencia que se empeñaba en dejarnos a modo de herencia cuando, en la recta final, su casa era ya “un archivo de otras vidas”. Donde vivo y muero (Pez Volador Producciones y Fundación Godofredo Garabito y Gregorio, 2018) es el documental que recupera con firmeza la silueta del escritor y periodista vallisoletano, situándole con rotundidad de vuelta en el presente –ahora está disponible en youtube–.

Treinta y siete minutos que disfrutaría Miguel Delibes, que llenarían a Rosa Chacel, y que, a través de una regla de tres directa, deben remover algo por dentro de cualquier castellana o castellano. “El tiempo aquí lo marca el campo”, advierte el autor. O el parte meteorológico. Pues parecería que los relojes funcionan diferente, igual que los sonidos, que van por libre y vienen más variados, suaves y espaciados.

Todo en la vida de Corral Castanedo pasó por pensar en la inmortalidad de las huellas de la vida y la creación artística. Durante más de una década ejerció como crítico de arte, pero “no para juzgar una obra de arte, sino para plasmar la creación que cierta exposición sugiere”. Como buen experto en Cervantes que era, le apasionaba la realidad, pero más aún la fantasía de una buena narrativa.

Las historias que escribió Corral Castanedo nos envuelven ahora mientras sobrevolamos con drones los campos y los pinares, o mientras, en la plaza del pueblo, no sentamos a escuchar a los que saben más de esto. Las historias huelen al cementerio y a los caminos de tierra de las afueras, recuerdos que hacen daño y desangran nuestros días. Todo detallado con la nítida pureza de una pulcra labor periodística y cinematográfica.

Viendo este documental, uno se da cuenta de que estamos rodeados de memorias urbanas. Sí, son necesarias, claro que lo son, ¿pero quién escribe la memoria de la España rural y vaciada? Joaquín Díaz, presente en la cinta, lo reclama, lo trabaja, ha dedicado su vida. ¿Quién pone freno a la “despoblación dramática” de una Castilla que fue mucho, pero que ahora, a veces, tan solo es un eco?

Donde vivo y muero –con música original de Vila Chinaski– es una sensacional obra sobre una obra mayúscula, la que dejó escrita en libros (“Nosotros los cuervos”, “Villa por villa”) y en columnas de periódicos (El Norte de Castilla, ABC) un autor que merecía ser inmortalizado de esta manera.