Una obra maestra de otro tiempo


02/05/20. Por Iván López Diez

El ministerio del Tiempo es la mejor serie de la historia de nuestra televisión. Y ahora que ya he soltado esto directamente desde mis adentros, y me he quedado a gusto, puedo encarar con más tranquilidad este artículo. 

La idea es arriesgada, pero roza lo genial. En esencia trata sobre una institución secreta de este presente en 2015 (cuando sale la primera temporada), el Ministerio del Tiempo, el cual depende directamente del Gobierno de España, que nadie –solo unos elegidos– sabe de su existencia, y que cuenta con una serie de puertas del tiempo (vigiladas con videocámaras, patrullas y personajes de todas las distintas épocas, que trabajan para ellos: Velázquez, Pérez Galdós, Espínola….) que comunican con diferentes momentos de la historia de España. La misión es que nadie no autorizado pueda atravesarlas, evitando así que alguien pueda tratar de cambiar hechos del pasado para su beneficio personal, o para tratar de cambiar la historia de España, en general. 

La gran premisa de la serie, y algo que sobrevuela cada capítulo es que “el tiempo es el que es”. Este ministerio no existe para juzgar si la historia es mejor así o si habría sido mejor de otra manera, sino para que todo siga siendo como es, como lo conocemos hasta ahora. Pero claro, esta realidad se topa con los personajes, cada uno con su diferente ética, su moral, su crítica, su forma de pensar y actuar, su empatía, sus juicios. No siempre es fácil cumplir ese lema.

Las eternas preguntas que planean sobre cada capítulo, ese “¿qué harías tú si…?” o “¿cómo sería ahora mi presente si…”? juegan contigo como quieren, hacen que pelees constantemente con tus juicios y fantasmas, y cuando les da la gana te llevan a su terreno. Y si quieren te rematan. Hay una escena que se me ha quedado grabada, en el primer capítulo, y que explica uno de los grandes frentes con los que va a tener que lidiar la gente del ministerio, y es cuando Julián se encuentra con el bedel, quien le confiesa que siempre que tiene un mal día o lo necesita, usa una de las puertas para volver al día en el que el Atleti ganó el doblete, en 1996, para poder ver ese partido en el estadio con su padre, el cual ya ha fallecido. Y de paso mientras me parte, nos hace ver una de las cosas que tiene esta serie, y es que sus personajes tienen una vida fuera del Ministerio y no siempre es fácil no usar las puertas para tu propio beneficio. ¿Qué haríais vosotros si tuvierais la oportunidad de viajar en el tiempo y revivir determinados momentos de vuestra vida? ¿Aguantaríais sin usar esas puertas? 

Uno de los grandes logros de esta serie es que ha conseguido llegar a todas las generaciones de este país, y a todas las diferentes formas de pensar. Con los personajes que han creado los geniales hermanos Olivares se intenta salir de la vieja idea de las dos Españas (lo cual tiene un mérito excelso en una serie que va sobre la historia de este país) para ir más allá, y como bien dijo el propio Javier Olivares, “en vez de haber dos Españas, imaginamos tres, la tradicional (con el personaje de Alonso de Enterraos, antiguo soldado de los Tercios de Flandes), la moderna (con Amelia Folch, una de las primeras universitarias en la España del s.XIX, además con Cataluña como símbolo) y la escéptica (con personajes como Julián y Pacino, de finales del s.XX, sanitario y policía respectivamente), harta de la vieja lucha de las dos Españas; y las tres remando en el mismo barco, un sueño”. No hay más que ver como se presentan entre ellos en el comienzo de la serie. Tres épocas. Sin necesidad de texto por parte de ninguno de ellos en el guión. 

Esta obra maestra es un homenaje y reconocimiento público en mayúsculas a algunos momentos, héroes y grandes de la historia de nuestro país, como Felipe II, Velázquez o Luis Aragonés (como diría el personaje de Julián), pero estos no son siempre los que suelen aparecer en los libros de historia. De hecho, hay muchos capítulos en los que se trata con maestría la diferencia entre la historia, la leyenda, y lo que nos acaba llegando a nosotros de todo aquello. Aquí tengo que destacar sí o sí la forma en la que trabajaron el personaje del Cid (con el  grandísimo Sergio Peris-Mencheta). Eso les diferencia una vez más del resto de series que he podido conocer. No pretenden ser una clase de historia. Aúnan historia, leyenda, ficción y el propio criterio y entendimiento del espectador, al que hacen partícipe de todo lo que está aconteciendo. No solo quieren que veamos la serie, nos hacen pensar y trabajar.

Algunos temas o personajes que han pasado a lo largo de las tres temporadas emitidas hasta el momento (a la espera de la cuarta) , como ya he dicho, no siempre son tan conocidos para el público más general. Este es el caso por ejemplo de los protagonistas de uno de los grandes momentos de la serie, “Los últimos de Filipinas”. Pero otra de las cosas que hace a esta serie tan especial, y quiero destacarlo porque he podido comprobarlo durante todas las temporadas, es que siempre que había un capítulo que trataba un tema o personajes no tan conocidos, como los citados héroes de Baler, o como puede ser William Martin y la operación “Mincemeat” en Huelva, que cambió el rumbo de la II Guerra Mundial  (“El hombre que nunca existió”), las búsquedas de información sobre ellos se disparaban. Han conseguido que la gente de este país quiera saber más: “La historia no son solamente los reyes y los generales, no, la historia son también los que mueren de hambre, porque nadie se acuerda de ellos, los que mueren en las guerras, los que yacen en las cunetas sin que nadie se acuerde de ellos.”

El Ministerio del Tiempo se moja. No se puede dejar de mencionar también el riesgo y lo reivindicativo de esta serie. Lo cual no solo valoro sino que creo que suma a la ficción un carácter divulgativo esencial hoy en día en España. Se atreve con temas actuales que generan o han generado polémica, como pueden ser los desahucios, la homosexualidad (con el personaje de una siempre bárbara Cayetana Guillén Cuervo como símbolo), los olvidados de las cunetas, el lugar que se ha quitado a la mujer en la historia (como por ejemplo la lucha de la propia Amelia Folch, o el capítulo que trataba a “Las Sinsombrero”, grandes olvidadas de la Generación del 27) y un largo etcétera. Una serie moderna y valiente. 

Ojalá no le sigan poniendo trabas y ayuden a los creadores y equipo a poder seguir haciéndonos disfrutar de ella, y a seguir ayudando a creer y soñar con una España mejor, y no en una “miserable y atrapada en su pesadilla”, como decía Pedro Casablanc en la piel de Francisco de Goya.

El casting de la serie me parece una de las grandes claves para entender su éxito, ya que el acierto con los protagonistas, con Rodolfo Sancho, Nacho Fresneda, Aura Garrido o Hugo Silva, entre otros, se combina perfectamente con personajes históricos como Velázquez, Goya, Lope de Vega, Cervantes, o Bécquer, interpretados, para mí, por algunos de los mejores actores de este país: Julián Villagrán, Pedro Casablanc, Víctor Clavijo, Pere Ponce, Tamar Novas, Pedro Alonso. Es para sentarse y disfrutar.

Remato dejando por aquí esta cita del episodio dedicado a Cervantes, del cual no quiero acordarme ni voy a hacer spoiler alguno: "Si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?, podrían los hombres mostrar en silencio 'El Quijote' y decir luego: Esta es mi conclusión sobre la vida, ¿podríais condenarme por ello?".

Sé que todos los que habéis visto la serie habéis pensado quién os gustaría ser, del amplio catálogo de personajes que deja la historia de España. Yo, como actor castellano que soy, ojalá poder dar vida algún día a Padilla, Bravo o Maldonado. Prometo no usar las puertas para cambiar aquel 23 de Abril de 1521.


Comentarios

Entradas populares