Las postales turísticas de Alberto Spencer
Siempre que pienso en Alberto Spencer, pienso en fotografías. El mítico delantero ecuatoriano de Peñarol siempre salía muy seguro y muy valiente en las imágenes en blanco y negro de la época, y además el mundo de la fotografía le dejó algunos detalles difíciles de olvidar.
El Campeonato Sudamericano (Copa América) de 1959 no fue un campeonato más. Lo tildaron de Extraordinario porque tan solo ocho meses antes se había disputado otro, el que tocaba. La Conmebol, en una decisión sin precedentes, echó una mano al desarrollo del fútbol ecuatoriano y promocionó a lo grande el Estadio Modelo de Guayaquil, recién construido.
Fue allí mismo, en Guayaquil, en un campeonato ganado por Uruguay, donde dirigentes de Peñarol engatusaron a Spencer, que por aquel entonces no sabía muy bien por dónde quedaba el Río de la Plata. El delantero jugaba en aquellos tiempos en el Club Deportivo Everest, y había representado a Ecuador en esa Copa América a deshoras. Los cazatalentos de Peñarol basaron buena parte de su dialéctica en recordar las estrellas que acumulaba la selección uruguaya en el escudo de su camiseta –eso sí lo sabía Spencer– vanagloriando el fútbol albiceleste, y en narrar las bondades de los rincones turísticos del país, desde Montevideo hasta Punta del Este, utilizando postales con fotografías sugerentes.
La otra escena que nunca se me olvida de todo lo que he visto de Alberto Spencer son sus goles en el partido de desempate de la final de la Copa Libertadores de 1966 frente a River Plate. Lo tenía ganado River (lo que se ganó al final fue el apodo de gallinas) pero Peñarol lo dio la vuelta. Los fotógrafos que trabajaban desde el césped, y esto me parece romántico a más no poder, tenían mucha más libertad y campo de acción que hoy en día, y se adentraban en el terreno de juego con sus largas gabardinas para captar primeros planos de los goleadores y las celebraciones. Aquella noche todos perseguían a Spencer, claro. La postal turística, entonces, era él.
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