Recuerdos dopados


La primera vez que escuché hablar de dopaje fue en 1988, yo tenía nueve años. No es mi intención, así pues, hacer leña de ningún árbol caído recientemente. Tal vez mi intención sea justamente la contraria; es curioso que estos recuerdos borrosos recaigan en dos de los deportes actualmente heridos de muerte: ciclismo y atletismo. Ambas disciplinas poseen la particularidad de que en la sangre, en la orina y en las agendas médicas de los deportistas aparecen sustancias extrañas y aquí nadie sabe nada. Todo el mundo es inocente (incluso con análisis, contraanálisis y recontraanálisis). O quizá sea lo normal y el público no lo sabe.

Aquel verano del 88 fue bastante movidito. En julio Pedro Delgado se llevó de calle el Tour de Francia, y hubo rumores de una marcha atrás en unos análisis oscuros. Al final todo quedó en agua de borrajas. En septiembre todo el planeta vio como Ben Johnson rompía la barrera del sonido (9,79) en la final olímpica de 100m ante Carl Lewis. Tres días más tarde fue desposeído de la medalla de oro y de todos sus triunfos desde 1984 debido a los restos de Estanozolol. Y yo desperté.

Con el sencillo ejercicio de rebuscar en las hemerotecas uno de da cuenta muy rápidamente de que el problema viene desde muy atrás. Luis Ocaña (1975) y Ángel Arroyo (1982), dos mitos de la bicicleta patria, también fueron sancionados en su día.

Se entiende todo mucho mejor con esta historia verídica. Dos amigos de la infancia, compañeros de equipo ciclista amateur desde los doce años (uno era un mes mayor que el otro), llegan a la crítica edad en la que se da el salto al terreno profesional. Diez años después de sus primeras pedaladas en competición, cuando ya contaban con 22 años, ven delante de sus narices la gran oportunidad. Mediados de los años noventa, un equipo modesto pero atractivo, el Santa Clara, y dos ofertas.  Sin embargo, no tardan más de tres días de entrenamiento en darse cuenta del funcionamiento de esa máquina de tragar niños. Un botecito azul fue el punto final de su amistad. El botecito azul era la condición indispensable para seguir corriendo en el Santa Clara. No sabían lo que contenía. Solo sabían que el médico del equipo les decía que con eso iban a volar y que no daba positivo en los controles antidopaje. El más mayor dejó el botecito en la taquilla y se cogió el siguiente bus que salía para su pueblo segoviano. El menor de los dos al día siguiente estaba con el resto del equipo volando por carreteras secundarias.

Pensaba en estos dos chavales mientras repasaba la lista de nuestros más queridos ciclistas sumidos hasta el cuello en las arenas movedizas de las trampas. Recuerdo ver a Roberto Heras escalando como nadie (EPO en 2005, despodeído de una Vuelta a España) y a Óscar Sevilla prometiendo años de gloria (Cliente de Eufemiano Fuentes en la Operación Puerto, 2006, y positivo por Hydroxyethyl en 2011, ya casi retirado en Colombia). Recuerdo a Francisco Mancebo peleando con uñas y dientes (Cliente de Eufemiano Fuentes en la Operación Puerto, 2006) y a Beloki arañando al mismísimo Armstrong (el de Euskaltel figuraba en los papeles de la Operación Puerto como habitual usuario de testosterona, hormona del crecimiento, EPO y anabolizantes). Recuerdo que adorábamos al Triki Beltrán (EPO en el Tour de 2008) y que Valverde nos ha hecho gozar de verdad (Operación Puerto, 2006- una prueba de su sangre tomada en 2009 coincidía con una requisada al doctor Fuentes). Recuerdo corredores efímeros manchados para siempre (Ángel Casero, Aitor González) y me duele de verdad haber intentado reconciliarme con la Vuelta en la etapa de la Bola del Mundo, con Ezequiel Mosquera (positivo por Hydroxyethyl, igual que Óscar Sevilla). ¿Fueron ellos o fueron sus directores y médicos?

La sensación más misteriosa, no obstante, la deja el atletismo. Cuando todo el mundo pensaba que por fin se iba a acabar con los culpables, con “los de siempre” (que decían algunos atletas), resulta que una vez más nuestro país absorbe la trampa. Hay documentos y grabaciones, hay declaraciones, pero nadie es culpado. Hay una carta firmada por un buen número de atletas, levantando la voz por fin, contra la impunidad de sus compañeros tramposos. Afirman que era un secreto a voces. Julio Rey y Alberto García ya fueron cazados y condenados en 1999 y 2003, respectivamente, Paquillo fue usado y manejado al pillarle in fraganti con botecitos de los antes mencionados; y Marta Domínguez, Reyes Estévez y Nuria Fernández comparten las mismas amistades peligrosas del entrenador Manuel Pascua. El mensajero y camello de este, Alberto León (ex ciclista de mountain bike), se ahorcó el 10 de enero de 2011, un mes después de estrenarse la Operación Galgo.
¿Esto va a quedarse así?

La hemeroteca pocas veces miente. La fama de estos dos deportes en España proyecta una sombra demasiado alargada y demasiado negra. Solo hay dos opciones:
1) Legalizar todo tipo de dopaje que no ponga en riesgo la salud del deportista. Así no habría tramposos.
 2) Defender a muerte a los limpios y tratar a los tramposos como se merecen, y no al revés (tratamos a los tramposos como héroes). Yo prefiero esta opción.

La gran duda es por qué no hay más voces disonantes.
Me gustaría leer más cartas contra los tramposos.
Me gustaría no haber perdido tanto el tiempo delante de la tele.


Víctor David López
@VictorDavLopez


Comentarios

  1. Antes de contestar, voy a dejar aquí 3 links que me parecen interesantes; los dos primeros están sacados de Teledeporte, un documental que hicieron sobre aquel Tour del 98, y el dopaje.

    1 - http://www.youtube.com/watch?v=nqYr-yZhGSc

    2 - http://www.youtube.com/watch?v=o8Y0qBBrDl4&feature=related

    El tercero es de Perico Delgado, hablando abiertamente sobre el dopaje, por si alguien quiere conocer su opinión de primera mano.

    3 - http://www.youtube.com/watch?v=-sEtR3Jym8s&feature=related

    La primera imagen de dopaje que tuve yo, posiblemente fuera Iván Drago en "Rocky IV", y ya más en serio, un vídeo que salió a la luz de algunos ciclistas, a los que pinchaban en directo, juraría que podían ser Zulle y Ullrich, si no lo son, pido disculpas, ya que he rastreado internet y no lo he encontrado.

    Yo no logro entender cómo se siguen haciendo estas cosas, no concibo que cada año pillen a gente, y al año siguiente, aparezcan nuevos "tramposos", con esperanzas de que no les cacen a ellos, aunque bueno, la cárcel está llena de ladrones, y hay gente que sigue robando, imagino que eso no influye.

    Yo creo que detrás de todo esto, no está lo simplemente deportivo, sino por supuesto, cómo no, lo económico.
    Ya no a nivel de deportista, sino a nivel de empresa, hay superciclistas con supercontratos, que no necesitaban ganar una competición para aumentar ingresos, sino que con mantener el nivel, y seguir siendo buena imagen de una marca, les valía, el problema para mí, es esa marca, esa es la que sí que quería ganar (con marca me refiero a empresas patrocinadoras, no a marcas deportivas de ciclistas, tipo Nike por ejemplo), y esas marcas son las que se pusieron en contacto con "dioses", que hicieran de sus atletas, superatletas.
    En el caso del atletismo, lo veo más raro aún, no hay grandes marcas comerciales de por medio. Por un lado, imagino que tu propio rendimiento te acaba comiendo, y cuando ves que llegas a tu tope, necesitas "extras" para superarte, pero se han dado casos también, de que precisamente por no superarse, grandes deportistas se han quedado sin patrocinadores, como Manolo Martínez cuando dejó de ganar, mendigando pabellones para entrenar, el dinero saca siempre lo peor de cada uno.

    Mi conclusión, es que deben "rodar cabezas", pero no de deportistas, ellos bastante tienen con que no les dejen competir (con eso se ganaban la vida, creo que es suficiente castigo), pero son los de arriba los que deberían caer; tampoco los médicos, que son meros "instrumentos" en este crimen, sino los que quieren ganar a cualquier precio, y los que pagan mucho dinero para que esos nuevos medicamentos no salgan en los nuevos análisis.

    No veo lo de la decisión de permitir el dopaje con el límite de la salud del deportista, eso no es deporte, y para algo que encontramos que nos saca del crudo mundo que vemos cada día en las noticias, no me da la gana (con perdón), que la química y el dinero, me lo estropee.

    Tolerancia 0 con los tramposos, desde el que acepta consumir, hasta el que tiene la idea de que a lo mejor su atleta con alguna sustancia, lo haría mejor, pero no mismos castigos, permítaseme una frase peliculera, aunque no sea el tema: "Yo fuí el arma, los asesinos son ellos."

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  2. Gracias, Iván. Por eso cuento lo del Santa Clara. Quizá muchas veces los corredores no saben ni lo que toman.
    O lo saben pero no tienen otra opción.
    No hubo más condenados porque en España en 2006 no se condenaba el dopaje;
    los directores y médicos fueron condenados por delito contra la salud pública.
    Muchos son solo el arma,
    como Kevin Bacon en Homicidio en Primer Grado.

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  3. Por cierto, serían Zulle y Virenque, y seguramente sería esto:

    http://www.elcorreo.com/vizcaya/20080703/deportes/mas-deporte/diez-anos-caso-festina-20080703.html

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